martes, abril 15, 2003

SOBRE EL ESPEJO Y LAS IMÁGENES
La palabra imagen proviene del latin imago, imagine.
Las imágenes son representaciones de los objetos sensibles o no sensibles que posee la mente y que permanecen en ella independientemente de la presencia o referencia de las cosas a que corresponden. Son el resultado de la percepción o de la sensación, o bien, fruto de la imaginación creadora, que es la facultad que permite formar imágenes mentales.
Por consiguiente, si responden a impresiones sensoriales diversas, las imágenes pueden ser visuales, auditivas, olfativas, gustativas o táctiles.
Cristian Metz sostuvo que “La imagen se revela por medio de sistemas muy diversos; algunos son totalmente icónicos, otros constituyen sistemas mixtos y otros son, sin duda, no icónicos; por lo tanto, “no todo es icónico en el ícono y lo icónico puede existir fuera de él”. (“Au-delà de l’analogie, l’image”, en Communications, n. 15, 135).
Queda claro que, en nuestras asignaturas, cuando hablemos de imágenes estaremos refiriéndonos a imágenes sonoras o acústicas, a las que consideramos capaces de poner en marcha procesos sinestésicos.
La sinestesia es una experiencia en la que la estimulación de un sentido provoca una percepción que de ordinario sería producida cuando se estimulase otro sentido, como cuando un ruido atronador se percibe como una luz cegadora o viceversa.
Se trata de un fenómeno según el cual una percepción sensorial (por ejemplo, el olfato) desencadena otras modalidades sensoriales (aspirando el olor del incienso, “veo” una iglesia). “Todos los sentidos –deduce Barthes– pueden, por tanto, mirar e, inversamente, la mirada puede oír, escuchar, probar” (Roland Barthes, “Lo obvio y lo obtuso”, 2ª ed. Barcelona. Paidós, 1992. 302/3).
El paradigma de la creatividad, repleto de cognitividad, sensorialidad y emotividad, sustentado por el bios y el logos, abierto a la recepción de información icónica y a la generación de la información semántica, dirige la práctica de la percepción y la conduce desde los mundos reales a los imperios de la ficción, desde los reinos de la imagen a los universos de lo imaginario.

CRITERIO CINEMÁTICO
Suele decirse, muy criteriosamente por cierto, que el cine es imagen en movimiento.
Presuntamente atrapada en una dimensión unisensorial, la radio sólo podría discurrir en las coordenadas del tiempo.
Nosotros pensamos que la materia sonora es capaz de construir espacialidad, situando en ella personas y objetos y que su enorme fuerza figurativa es capaz de crear movimiento. Después de todo, también el cine se trata de una ilusión y nadie se molesta por ello.
La radio, pues, es imagen en movimiento. A la luz de este criterio cinemático avanzamos hacia otro concepto-fuerza.

COMUNICACIÓN AFECTIVA
Las experiencias perceptuales se instalan en la memoria y contribuyen a la creación de nuestro imaginario personal. Las percepciones nuevas se sintonizan en la onda de las pasadas y modifican el mundo imaginario ya creado.
Para ingresar éxitosamente en la imaginación, la comunicación debe ser rica en percepciones sensoriales y cumplir con el requisito de la afectividad de la imagen.
La unidad de significación afectiva más pequeña se denomina coinema. El psicoanálisis contemporáneo ha analizado, con ayuda de la ciencia semiótica, las unidades elementales de significado que forman parte de la “semiosis afectiva”. Tanto el arte como el sueño reclaman una estructura afectiva, base de la experiencia estética. La emoción estética que experimentamos frente a una imagen exige la aportación de un lenguaje coinémico, es decir, de un sistema de afectos. La imagen coinémica es, por tanto, el producto de una experiencia estética y de una experiencia afectiva.
Existe una tradición ética basada en el sentimiento, como lo prueban las lecciones de un moralista británico de finales del siglo XVII. Se trataba del conde de Shaftesbury, uno de los mayores representantes del iluminismo inglés en el campo ético, quien defendió, en contra de la tendencia predominante en su tiempo, el sentimiento en detrimento del frío raciocinio, la virtud desinteresada del hombre crítico en oposición al mero utilitarismo, la propia humanidad frente a la inminente revolución industrial. Más adelante, en el siglo XX, aunque el problema no parece avanzar hacia una clarificación crítica, la estética crociana, primero, y la incipiente investigación antropológica, después, aportan otras definiciones al tema en cuestión. Según Croce, el arte no puede reducirse nunca a “reflexión” o a “juicio”, ya que en este caso se “disipa o muere”. La expresión artística es expresión del sentimiento.
La producción radiofónica, que cabe en el territorio de lo artístico, necesita de la comunicación afectiva. Una de las lecturas más clarificadoras sobre el tema se puede encontrar en el libro de Mario Kaplún, “Producción de programas de radio”.

Continuará...