jueves, mayo 22, 2003

Sobre los guiones I
Una vieja sentencia turca revela que "para el artista, el arte está escondido bajo una brizna de hierba; para el profano bajo una montaña".
Dado que resulta tan difícil mover montañas, la negativa a mover una ligera hebra para beneficio de muchos, sólo puede considerarse un acto de mezquindad.
Las fibras minúsculas o los macizos gigantescos con los que tropieza la radio suelen tener que ver con el hábito de la improvisación. El repentizador renuncia a pensar, a pre-producir. Se arriesga a que, en el momento, algo se le ocurra.
¿Adónde queda el compromiso de los creadores? Uno puede repetir con Malraux aquello de que "cualquier arte es una rebelación contra el destino del hombre". Y a la luz de semejantes desequilibrios e injustas diferencias como las que exhibe la humanidad, hacen falta tantas rebeliones que no se comprende la renuncia.
Postulamos la necesidad de que el arte radiofónico se rebele ante el puro espontaneísmo; reivindicamos la conveniencia de que recupere densidad conceptual y riqueza de formas.
Por eso es que, al frente de esta sublevación contra la oquedad y la chatura, ponemos a los guionistas o libretistas, a los escribidores como aquel protagonista del libro que Vargas Llosa dedicó a la tía Julia.
¿Por qué escribimos... si, en definitiva, nuestro mensaje está destinado a sonar y no a relucir?
Escribimos porque el guión nos permite trabajar con red, nos exime del riesgo de ese abismo, no ya de silencio, sino de falta de palabras, ausencia de conceptos.
El texto previamente amasado transmite con mayor eficacia las ideas porque puede organizarlas, distribuirlas, editarlas, persiguiendo la mayor claridad expositiva y riqueza expresiva.
La de guionista siempre nos ha parecido la más atractiva de las actividades que se pueden ejercer al interior de una radio.
A continuación, incluímos un fragmento del libro Hacia una nueva radio (Paidós. Buenos Aires, 1995. 1ª reimp. 2001), de Ricardo Haye:
“No es fácil desarrollarse en una actividad que muchos consideran en vías de extinción. Esto le suma una dura adversidad a una tarea que, aún en tiempos de auge, supo de dificultades.
Hoy el guionista sufre la congoja de no saber si mañana conservará el empleo. ¿Significa esto que si alguien se lo garantizara desaparecería todo motivo de inquietud o desasosiego?
Es un hecho que no. La labor del guionista está acompañada de turbadores interrogantes.
Juan José Borrego, guionista de Radio Nacional España expresaba:
'Te recomerá la duda porque es mucha la gente que escucha y tú no sabes si es analfabeta o cultivada, si es antigua o posmoderna, si se detiene o simplemente pasa (te guste o no te guste, la gente tiene derecho a pasar de predicadores y de profetas)' . Y con ello sintetizaba el carácter inasible irreconocible y también independiente de ese auditorio que desconocemos.
Vive el guionista interrogándose acerca de cómo es él (o ella), ese sujeto que nos escucha cuando, por detrás, se filtra otra pregunta de mayor crueldad: ¿nos estará escuchando? No es grata la sensación de la soledad.
Lo paradojal es que uno puede sentirse así en medio de la muchedumbre. Porque estás
'tú aquí, y un poco más allá los que apagan y los que encienden, los que mandan, los que se inyectan y los que se desangran, los que bailan y los que agonizan, los que no pueden dormirse y los que darían cualquier cosa por no despertarse jamás esa mañana'.
En realidad, todo el que escribe atraviesa emociones similares. Pero al autor de una carta o de un libro o de un artículo para el diario, le ocurre una vez y en referencia a sí mismo. El guionista radiofónico debe acostumbrarse a exponerse dos veces a esas sensaciones. Primero cuando escribe y luego cuando esas palabras son pronunciadas. Y en esta acción en dos tiempos hasta pueden cambiar los agonistas (del griego agonistes: actor), dado que es frecuente que otra voz encarne las palabras y las ideas agrupadas por el escribiente.
¿Quién es y cómo es este sujeto tan particular? Juan José Borrego reflexionaba, con alguna pizca de extrañamiento:
'Puestos a definir entre lo cursi y lo apresurado, podría decirse que somos malabaristas de la actualidad o alcahuetas entre el fondo y la forma o sastres privilegiados de estrellas de la comunicación más o menos distantes o más o menos brillantes; escribidores de cartas a la antigua usanza, como aquellos que prestaban un servicio a los que no sabían meter en renglones sus propios sentimientos'.
'Tal vez seamos sonendoscopios de una sociedad a la que cada día le pedimos que diga 33; pregoneros y relatores de romances y de cuentos, viajeros curiosos y continuos de la ficción a la realidad y de la realidad a la ficción o simplemente Cyranos de Bergerac que escriben para que otros digan, para que otros convenzan y para que otros embelecen'.
Aflige pues la oscuridad sobre la platea y preocupan también la voz, la personalidad, el temperamento y la capacidad expresiva que habrán de pronunciar esos textos acuñados (o acunados) por uno. Si el guionista no puede llegar a conocer a cabalidad a la primera, debe interesarse por saber todo acerca de los segundos, dado que serán el soplo vital que animará su criatura”.

Continuará